La concepción del
hombre, a la que nos llevó la ciencia desde el siglo XIX, como una máquina
física que solo depende de su inmediato ecosistema, está cambiando gradualmente
desde principios del siglo XX gracias, paradójicamente, a esta misma ciencia.
Hoy, ya en el siglo XXI, cada vez más personas, desde físicos a médicos, se
están dando cuenta de que las antiguas tradiciones, sobre todo orientales, que
describían una anatomía sutil del hombre, basan sus teorías en hechos que
nuestra tecnología está comenzando a mostrarnos.
Un experimento realizado
en 1906 por el doctor Mc Dougall, en el Hospital General de Massachusetts, con
personas moribundas situadas sobre una balanza de precisión que registraba
hasta un décimo de onza, demostró que al morir estos, había una pequeña pero
sensible disminución de peso. Más tarde el profesor Twining, jefe del
departamento científico de la Escuela Politécnica de los
Ángeles, realizó el mismo experimento con animales dentro de una doble burbuja
de cristal y con balanzas aun más sensibles, y también obtuvo resultados
positivos.
En 1939, el profesor
ruso en ingeniería Semion Kirlian descubrió accidentalmente, el hospital de
Krasnodar, un fenómeno eléctrico de ionización al utilizar un nuevo generador
de alta frecuencia para el tratamiento de un paciente. Con la ayuda de su
esposa Valentina diseñó una cámara fotográfica electrónica de alta frecuencia,
que mostraba un aura en todos los
tejidos vivos y que desaparecía al morir estos. Especialmente famosas son las
fotografías de hojas, a las que se ha arrancado un trozo, y presentan en el
negativo una imagen fantasma o energética de la sección cortada. Este invento
fue dado a conocer por las periodistas norteamericanas Sheila Ostrander y Lynn
Schroeder, en 1973, en su “Manual de experimentos parapsíquicos” que desató la
curiosidad en todo occidente.
La antigua Unión
Soviética y sus aliados parece que investigaron en profundidad toda clase de
fenómenos paranormales durante la “guerra fría”, la mayoría de los cuales aun
permanecen secretos.
El inventor checo Robert
Pavlita desarrolló una serie de “generadores positrónicos” no mecánicos, que
condensaban el campo energético del ser humano y lo usaban en la producción de
diferentes fenómenos paranormales. Según la forma y el material del que estaban
construidos, servían para hacer girar una hélice de metal, purificar agua,
germinar semillas y otros fenómenos psíquicos. Con la anexión por la URSS de Checoslovaquia, los
militares rusos asumieron el control de la investigación y ocultaron el
proyecto, según dicen Ostrander y Schroeder en su libro “PSI: Psychic
Discoveries Behind the Iron Curtain”.
En 1971, un físico
antiguo colaborador de Eisntein, el doctor David Bohm, propuso que la
organización del universo es probablemente holográfica. En un holograma cada
segmento es capaz de reproducir la imagen
entera, o sea que cada parte contiene el todo.
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