El
esoterismo moderno
Pese
a hundir sus raíces en el esoterismo antiguo, el moderno esoterismo empieza
propiamente a ser conocido con los misterios eleusinos. En Eleusis se
celebraban cultos en honor a Deméter, de su hija Perséfone y de Baco. Los
iniciados se purificaban mediante el ayuno y un baño ritual en el mar.
Visitaban la cueva de Plutón, que señalaba la entrada al Hades, y los iniciados
se ponían velos y consumían una bebida de cebada. Dentro del telesterion,
nombre del santuario, se celebraba un drama sacro tras el que se mostraba a los
participantes una rama de trigo.
La
secta judía de los esenios admitía la inmortalidad del alma, pero
rechazaba la doctrina de la resurrección. Solían vestir de blanco, dando una
gran importancia a la pureza ritual, y carecían de propiedad privada,
disfrutando todos los bienes con igualdad. Los aspirantes eran sometidos a
prueba durante un año, al que seguían dos de iniciación, antes de ser miembros
plenos de la comunidad. Los manuscritos de Qumrán parece probable que
pertenecieran a esta comunidad, que se estableció en el desierto de Judá
durante el siglo II a.C. y que fue destruida por el ejercito de Vespasiano en
el año 68 d.C..
Con
la aparición de Cristo el esoterismo resurge con fuerza, en parte por la
persecución de que son objeto los cristianos, en parte por el uso de parábolas
y metáforas, de las que cada uno capta el significado que está preparado para
comprender. Durante los dos primeros siglos de la era cristiana, el gnosticismo
(gnosis: conocimiento, facultad de conocer) fundará las bases del cristianismo
con elementos helenistas, orientales y judíos. Tenían, como los esenios, una
concepción dualista del universo: la lucha de las potencias del bien y del mal.
En su mitología, un “trickster” masculino engaña a su madre, la diosa celeste
Sophia, para que le ayude a crear el mundo de una sustancia innoble llamada
“agua”, por lo que el resultado es defectuoso. Este demiurgo es considerado
orgulloso o loco, pero en pocos textos aparece como francamente malo. Los gnósticos
buscaban liberar la chispa del espíritu, aprisionada en el alma, para
remontarse a su origen supracósmico. Gnósticos famosos fueron Basílides,
Valentín y Marción, que influyeron en movimientos como el neoplatónico, el
maniqueo, el bogomilo, el cátaro, etc.
El
sufismo es la cara mística y esotérica del islam. Su nombre deriva de
los vestidos de lana (suf) que utilizaban los ascetas musulmanes (faqir o
darvish). Estos místicos buscan la unión con Dios a través del amor, el ascesis
y la devoción, y aceptan el poder absoluto del maestro (skaykh o pir) sobre el
discípulo. Entre sus maestros destacan el murciano Ibn Arabi (1.165-1.240).
Al-Hallaj (857-922) y Jalal al-Din Rumi (1.207-1.273), fundador de los
mawlawiyas o derviches danzantes.
La
cábala es la expresión del esoterismo judío basada en el Sefer Yetsirah
(Libro de la Creación, s. IV) y en la
literatura hekhalótica o de los “palacios” celestiales. El concepto de los 10
Sefiroth, números metafísicos o numeraciones de los aspectos divinos, y las 22
vías que los comunican, correspondientes a las 22 letras del alfabeto hebreo,
son la base de la ciencia de las letras y los números, compuesta por:
-
Gematría:
la ciencia del valor numérico de las letras
-
Notarikón:
la ciencia de las letras primera, media y final de las palabras
-
Temurah:
la ciencia de la permutación y la combinación de las letras
La
cábala supuestamente nació en Provenza (Isaac el ciego, 1.160-1.235), donde se
escribió el Sefer ha-Bajir (Libro de la
Claridad) y se extendió hacia Cataluña y Castilla de donde son las
figuras más emblemáticas de la mística cabalística: Moisés ben Nahmán
(1.195-1.270), Abraham ben Samuel Abulafia (s. XIII) y Moisés de León
(1.250-1.305), autor del Sefer ha-Zohar (Libro del Esplendor).
La
influencia de la cábala en el esoterismo occidental es profunda e innegable, y
ha dejado huella en nuestros diccionarios como intriga, maquinación, conjura,
suposición y como cálculo supersticioso para averiguar una cosa.
Así
como Jesucristo reformó el judaísmo, Buda fue el precursor de un nuevo enfoque
en el brahmanismo hindú. De entre sus seguidores, los budistas tibetanos
o lamaístas son los que mejor se conocen en Occidente como portadores de un
saber esotérico, que se difunde entre los aislados monasterios de las faldas
del Himalaya y que enseñaron a varios occidentales, como supuestamente afirman,
Tuesday Lobsang Rampa y H.P. Blavatsky. Hoy en día, es uno de los caminos
espirituales de mayor crecimiento, aunque el Dalai Lama pide prudencia ante los
últimos escándalos y aconseja 15 años de práctica antes de elegir maestro.
Existe gran número de rimpoches y maestros que han ocasionado facciones internas
en disputas. En Occidente, uno de los más conocidos es Sogyal Rimpoche y su
libro “El Libro Tibetano de la Vida y la
Muerte”.
Entre
los siglos III y VI asistimos a una mezcla del pensamiento platónico con
elementos místicos occidentales, estoicos, pitagóricos y gnósticos. Es el
nacimiento del neoplatonismo que, aunque opuesto en un principio al
cristianismo, va a influir indeleblemente sobre los Padres de la
Iglesia. Así, Orígenes, el más importante padre antes del Concilio de
Nicea (325 d.C.), estudia filosofía con Ammonio Saccas y con Plotino (205-270
d.C.) el fundador del neoplatonismo. Tras la muerte de Plotino, la corriente
neoplatónica se transformó en una religión, con sus ritos y misterios, y su
pensamiento influiría en San Agustín y San Clemente a la hora de forjar sus
ideas metafísicas y teológicas. El neoplatonismo afirma que la
Unidad
es la única realidad, toda la vida es Una, aconseja la moderación en lo que se
posee y la búsqueda del bien en todas las cosas, huyendo del dogmatismo. Otros
destacados neoplatonistas fueron Porfirio (234-305) y Proclo (401-485).
En
el año 1.118 llegan a Jerusalén, durante el reinado de Balduino I, ocho
caballeros guiados por Hugo de Payns y se convierten en el primer núcleo de la
Orden
de los Pobres Caballeros de Cristo, con los votos de pobreza, castidad,
obediencia y defensa de los peregrinos. El rey los acoge y aloja en el claustro
del viejo Templo de Salomón y, se convierten así, en los Caballeros del
Temple. En el año 1.128 la orden fue confirmada por San Bernardo en el
Concilio de Troyes como una Militia Christi. La orden recibe desde su fundación
inmensas donaciones y establecen capitanías por toda Europa, asumiendo un
inmenso poder y respondiendo de sus actos sólo ante el Papa. En1.291 cae San
Juan de Acre, el reino cristiano de Jerusalén ha concluido, pero los templarios
siguen siendo poderosos hasta 1.307, cuando Felipe IV el Hermoso, rey de
Francia, decide hacerse con las arcas de la orden y los lleva ante el tribunal
de la Inquisición. El Papa Clemente V protestó ante el monarca, pero acabó
ordenando la supresión de la orden en 1.312, y en 1.314 su último gran maestre,
Jacques de Molay es quemado en la hoguera. Según la tradición, antes de morir,
Molay vaticinó la ruina de sus perseguidores y, antes de un año, murieron el
Papa, el rey y Nogaret, canciller del rey y principal ejecutor de la orden.
A
partir de aquí comienza la leyenda: los templarios tuvieron contacto con
musulmanes y judíos de los que pudieron aprender alquimia y cábala, y situaron
sus fortalezas en emplazamientos megalíticos, antiguos focos de poder telúrico.
Las teorías sobre sus conocimientos son numerosas y han dado origen al
nacimiento de multitud de movimientos pseudotemplarios que, por lo demás, no
tienen mucha razón de ser si la propia orden dejó de existir como entidad. Los
templarios fueron absorbidos por otras órdenes (Montesa, Hospitalarios y
Teutones) o simplemente cambiaron de nombre como en Portugal (Caballeros de
Cristo). Por último, se supone que algunos de ellos se instalaron entre los
gremios de obreros, dando origen a la francmasonería, los libres constructores
que se difundieron por el mundo.
En
el año 1.614 se publicó en Kassel (Alemania) la Fama Fraternitatis R.C., que se atribuye
a Johann Valentín Andreae, el cual
publicó en 1.916 “Las bodas químicas de Christian Rosenkreuz”.
Se dice que en el siglo XV un instructor
espiritual, de nombre simbólico Christian Rosencreuz (Cristiano, Rosa,
Cruz) fundó la orden Rosa-cruz, para arrojar luz sobre la religión cristiana.
Según un texto posterior a la Fama, la “Confessio
fraternitatis Rosae-Crucis, ad eruditos Europae”, se dice que nació en 1.378 y
que viajó al Santo Sepulcro y después a Damasco, Egipto, Fez y España, donde
aprende cábala, alquimia, magia y es iniciado en los misterios. Después vuelve
a Alemania donde funda la Fraternidad Rosa-Cruz, para que guíe a los
gobiernos de Europa por los caminos del bien y el orden. Sus seguidores han de
pasar desapercibidos y no identificarse como rosa-cruces, dedicándose a la
caridad y el saber.
El
misterio sobre la orden ha hecho a muchas personas identificarlos como
templarios y, con éstos, muchas sociedades afirman descender de ellos en la
actualidad, aunque Fulcanelli escribió que “la pretendida confraternidad de la
Rosacruz jamás tuvo existencia social. Los adeptos portadores del
título son hermanos solamente por el conocimiento y el éxito de sus trabajos.
Ningún juramento los compromete, ningún estatuto los liga entre ellos, ninguna
regla aparte de la disciplina hermética libremente aceptada, voluntariamente
observada, influye en su libre arbitrio”.
La
masonería también recoge la tradición de los templarios y, aunque se
organiza lentamente durante varios siglos, cristaliza en Inglaterra, en el
siglo XVIII, con el “rito escocés”. Se basa en la leyenda solar del maestro
Hirán, arquitecto del Templo de Salomón, que es asesinado por tres maestros
albañiles, que representan la ignorancia, la ambición y la hipocresía, y los
tres últimos meses del año cuando el sol pierde fuerza. El maestro es sepultado
y se confía su descubrimiento a nueve maestros (los otros nueve meses), de los
cuales Stolkin, el elegido (Junio), encuentra el cadáver del maestro. Los
masones utilizan la simbología de los gremios de albañiles (en francés, maçons)
y se agrupan en logias fraternales, que dependen de una organización central
(Gran Logia o Gran Oriente). Sus 33 grados hacen referencia a diferentes
doctrinas filosóficas y religiosas: 1º grado-egipcio, 2º grado-helénico, 3º
grado-caldeo asirio, etc.
En
el siglo XIX y el XX sobre todo, suponen, más que innovaciones, el afloramiento
público de conocimientos ocultos y la formación generalizada de sociedades, que
se dicen herederas de antiguos saberes, y que tienden, en muchos casos, a una
sinergia entre Oriente y Occidente. Sus métodos de investigación y enseñanza
son muy diversos, y van desde la lógica y el método empírico, a la revelación y
la clarividencia.
Allan
Kardec
(1.804-1.869) nació en Lyon y murió en París y su verdadero nombre fue
Leon-Hippolyte Denizart Rivail. De profesión pedagogo, estudió a partir de
1.854 la mediumnidad y, del análisis de las experiencias de que fue testigo,
creó un corpus de conocimiento al que llamó Espiritismo (término acuñado por
él). Afirma la supervivencia del espíritu, su vida en otros mundos, que
dependen de su estado evolutivo, y la posibilidad de comunicación con ellos.
En
1.875, Helena Petrovna Blavatskaya, funda la Sociedad Teosófica con estos principios:
· Expresar la hermandad
entre todos los humanos, cualquiera que fuese su raza, credo, color o condición
social.
· El estudio comparativo
de las religiones para establecer una ética universal.
· El desarrollo de las
facultades latentes del alma humana.
La
sociedad adoptó el lema “Satyat nasti paro Dharmah” (no hay religión más
elevada que la verdad) y expuso su doctrina en las extensas obras “Isis
desvelada” (1.875) y “La doctrina secreta” (1.888). Los más importantes
continuadores de la obra de Blavatsky fueron C.W. Leadbeater, Annie Besant y
Alice Bailey, que han dejado una gran huella en el esoterismo moderno.
Rudolf
Steiner (1.861-1.925),
tras una década en la Sociedad Teosófica, funda la
Antroposofía. En ella expone la evolución de la tierra a
través de siete épocas y siete civilizaciones, con Ahrimán y Lucifer como
oponentes de la humanidad. Asignaba cuatro cuerpos al hombre y creía en la
reencarnación y los planos espirituales. También desarrolló una medicina antroposófica,
mezcla de herborismo y homeopatía.
Edgar
Cayce,
el “profeta durmiente”, nació en 1.877 en Kentucky y fue uno de los más
notables mediums del siglo XX. En estado normal era un cristiano ortodoxo y
conservador, pero a raíz de una sesión de hipnosis en 1.898, para curarse una
dolencia, descubrió durante el trance profundo una gran habilidad para la
diagnosis psíquica y la curación. Las curaciones de Cayce fueron muy numerosas
y bien atestiguadas pero, lo más curioso, es que durante las sesiones comenzó a
hablar de las vidas pasadas de los pacientes y evocó una extensa historia de la
humanidad, que se remontaba a la Atlántida.
Murió
en 1.945 y la “Association for Research and Enlightenment” (ARE) es una
fundación cuya actividad se centra en al investigación y difusión de las
enseñanzas de Cayce.
P.D.
Ouspensky
(1.878-1.974) nació en Moscú y, desde temprana edad, demostró ser muy
inteligente. Estudió como discípulo de G.I. Gurdieff de 1.915
a
1.918 aprendiendo de éste las técnicas recibidas de una secta mística sufí. Su
trabajo estudia fundamentalmente la conciencia y subraya que el hombre, en
estado habitual, se halla dormido y bajo control de una “Falsa personalidad”.
Para despertar necesita de una “escuela” que, según sus palabras, es una “organización
para la transmisión a un cierto número de personas preparadas del conocimiento
proveniente de la mente superior”.
De
los muy numerosos gurús orientales, sobre todo hindúes, que trajeron sus
enseñanzas a Occidente y fundaron diversas escuelas, cabe destacar a Mahesh
Prasad Varma, nacido en 1.917 y que estudió en la universidad de Allahabad,
física y matemáticas. Se retiró a los Himalayas donde fue iniciado en prácticas
yóguicas y cambió su nombre por el de Maharishi. Afirmó que no era
necesaria una vida de renuncia para alcanzar la iluminación y se estableció en
1.959 en California, donde comenzó la enseñanza de la “Meditación
Trascendental” (MT), que tuvo una gran acogida por su sencillez.
Este
siglo ha visto surgir a la luz uno de los sistemas de enseñanza más antiguo de
nuestra civilización y quizá de los peor comprendidos: el chamanismo.
Si
hay que hablar de un gran difusor de este sistema, ese es, sin duda, Carlos
Castaneda. Nació en Cajamarca (Perú) en 1.925 y estudió en Lima, Méjico y
los EE.UU.. Más tarde, durante un estudio antropológico, conocería al nagual
Juan Matus y su linaje de guerreros, convirtiéndose en su aprendiz y sucesor.
Sus enseñanzas sobre los estados de conciencia, los campos energéticos y las
posibilidades latentes del ser humano, comenzaron a ser conocidas con “Las
enseñanzas de Don Juan” (1.968). La repercusión de su obra es mundial debido a
la coherencia de sus enseñanzas y al misterio que envuelve a este chamán,
esquivo y anónimo, que no buscó las multitudes más que con sus libros.